Caminando el barrio Estación Central una tiene la impresión de haber ingresado por el túnel del tiempo directo a diciembre.
Luces de colores titilando en todas las tiendas, lentas melodías envuelven en un aire de fiesta y nostalgia; viejos pascueros invitando a adquirir las más inverosímiles ofertas, regalos al por mayor y menor, papeles de colores, adornos…
Todo al alcance de cualquier bolsillo, que tenga dinero, por supuesto. No te imaginarás que esto es gratis, no pues. Esto es lo mejor de lo mejor para la clase de escasos recursos, pero que todavía puede adquirir un juguete barato y llamativo para su hijo, que se esforzó todo el año y pasará a un curso superior. No tiene la sofisticación de un mall, pero es puro y honesto comercio, lo que no está mal, en algo hay que trabajar y ganarse el pan cotidiano.
Pero Jesús brilla por su ausencia, como sucede año a año. Transformamos la Navidad en una fiesta semi-pagana, con toda su decadencia y su mentira. Porque si en algo vamos a concordar, esto no es el nacimiento del Jesús de la Biblia. Es sólo un pretexto para cualquier cosa, una tradición que ha perdido su objetivo, o tal vez ese fue siempre el objetivo, no sé.
Para honrar al Amado, quien tomó forma de hombre y nos vino a enseñar unas cuantas cosas, te propondo un desafío: conocerle. ¿Cómo podríamos? Leyendo su biografía, sus palabras y que descubramos la potencia de su mensaje, nada que ver con ancianos de rojo, renos y toda esa triste parafernalia.
Tal vez leyendo los evangelios recuperemos la auténtica natividad y el correcto sentido de su primera venida.
Apuesto a que te atreves. Empezando por Mateo o Lucas, no estaría nada de mal.
sábado, noviembre 13, 2004
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