Soy radiómana.
Y obstinada lectora.
Entre tanta palabra hablada y leída, me topo con los clichés criollos, usados a diario, a pesar de lo mucho que hemos avanzado en materias económicas y aparentemente culturales. “Antes” no leíamos por que los libros eran muy costosos. Ahora que (supuestamente) tenemos una economía más sólida, ¿por qué no hojeamos ni siquiera el Pequeño Larousse?
Ni el ámbito evangélico se salva. Abundan los lugares comunes y las frases clichés como si la Biblia fuese un libro desconocido y arcaico; como si no hubiese revelación y tenemos que recurrir a lo trillado y repetido hasta el aburrimiento.
Para muestra algunas frases "para el bronce" (con todo respeto).
Evangélico chilensis= Terno-corbata-himnario- Biblia bajo el brazo.
La mujer debe tener el pelo largo (también las faldas).
La mujer no debe usar pantalones.
El domingo es el día del Señor (¿y los otros?)
El domingo hay que ir a la iglesia pues es el día del Señor
Los evangélicos son apolíticos.
Evangélico, pobre y humilde.
La mucha letra mata.
El pastor es la Cabeza de la iglesia (más aún, algunos no lo llaman pastor sino “el Cabeza”)
Calentar la banca.
Dios bendiga su palabra.
La Palabra es lo más importante (¿Y el Dios de la Palabra?)
No tenemos que estar entre estas cuatro paredes.
Que Dios apure los pasos de los que vienen en camino.
En esto de los lugares comunes pisamos la dimensión de lo puramente religioso y humano, camino peligroso y a veces sin regreso. Los estereotipos me impiden ver la verdad. Me restan vida. Me niegan sueños. Una vida apegada a los clichés está acabada. No puede crecer porque la frase hecha ocupa el intelecto e impide la renovación de la mente.
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