jueves, diciembre 02, 2004

Breve apología de la tontera.


“la necedad está colocada en grandes alturas…” (Cohelet)


Frecuentemente me topo con personas que desean descubrir su coeficiente intelectual, en una búsqueda de sí mismos y de esas reacciones imprevistas que observan en su conducta, en general con nefastos resultados.

Mi abuela decía: “hacerse la tonta es mejor que andar en auto”, cuando los autos eran la octava maravilla de la humanidad, no como ahora que cualquier vago maneja un Porche 911, exhibiéndose a bocinazo limpio.

La tontera abunda como la hierba del campo, por todas partes, en bruto o ilustrada.
Lo que sucede nos es lamentable. Nadie quiere aceptar su estado. Todos nos creemos inteligentes, regias ellas, apolíneos ellos. Y con derecho a opinar de este mundo y del otro, sin dejar títere con cabeza. Desde esa perspectiva ¿quién puede aceptar que se es tonto de capirote?

Los tontos no conocen la humildad.

Ser tonto es un arte y una disciplina nada de despreciable. La historia registra una innumerable cantidad de individuos que llegó a ostentar los más altos cargos de su nación, rey, emperador, senador u otros de gran notoriedad e influencia. Y claro, hicieron del desatino una ley. La embarrada fue histórica. Desastre total. Países destruidos, muerte y decadencia; como el paso de las langostas, nada quedó en pie.

Hoy la tontera se ha multiplicado a tal punto que hallar un hombre sabio o una mujer con sentido común es una empresa en quiebra y a nadie le interesa. No rinde ningún beneficio.

Sostengo: la tontera es un arte incomprendido en la sociedad. El que la cultiva de manera constante tiene la posibilidad de gobernar el mundo.

Oh sí, me dirás que exagero.
Tal vez.
Reconozco que a veces lo tonta me sale natural. Es ahí cuando escribo páginas como ésta, sólo para divertirse un rato.

Tontos del mundo, uníos. Así destruiremos el mundo más rápido.


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Gracias.

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