jueves, diciembre 23, 2004

Natividad.

No tengo demasiadas objeciones hacia la Navidad.
Es más, me gusta que las ciudades se adornen y se enciendan luces de colores, se promueva un clima de paz y los niños reciban regalos. Más todavía si el nombre de Jesús es pronunciado.
En el colectivo un conocido me pregunta ¿Cómo fue que llegamos a esta costumbre? (sabes que siempre me preguntan las cosas más inverosímiles, como si se tratase de una enciclopedia ambulante y demás está decir que no lo soy).
Según los expertos, la Navidad es una fiesta que se celebraba antes del nacimiento de Cristo. O sea, como si se celebrara tu cumpleaños en 1900, cuando ni tus padres eran un proyecto todavía. Obvio que no era en honor a Cristo sino a otros dioses de índole diversa.
Con el correr de los siglos se realizó una simbiosis entre las fiestas babilónicas, romanas y celtas que llegaron a “cristianizarse”. Una amiga dice que se “redimen para el reino”, lo que no me suena tan razonable. Tal vez la primera Navidad con fiestas y regalos, árbol adornado y comidas especiales se haya celebrado cerca del año 354 D.C. con la aparición del calendario de Filocalo. Oficialmente el 440 es el año donde se adopta para esta celebración cristiana.
Al margen del nacimiento de Jesucristo, el imperio romano celebraba el 25 de diciembre, una gran fiesta llamada Natalis Solis Invicti (El Nacimiento del Sol Invencible) que no era otra cosa que un culto solar muy antiguo que se hizo popular bajo el mandato de Aureliano. En el mismo, los romanos pedían a sus dioses que permitieran que volviera el sol, ya que desde los primeros días de diciembre y hasta aproximadamente el 6 de enero imperaba en el lugar días oscuros y fríos, debido al solsticio de invierno. Esta especie de festival era tan popular que hasta los mismos cristianos participaban en él.
Antes del año 440 hubo muchas tentativas de instituir esta fiesta el 25 de diciembre, como el nacimiento de Jesús. Se ratifica el año 529, cuando el emperador Justiniano declara la fecha como día festivo.

En la actualidad hemos llegado a una festividad casi pagana, con Viejo Pascuero por todos lados y hemos olvidado el nombre de Jesús.
Mi propuesta es la del apóstol Pablo: “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.”; que el nombre de Jesucristo sea levantado, recordado y su Espíritu sople sobre los hombres y mujeres que buscan la esperanza, no sólo en Navidad, sino en todos nuestros días.

¡Porque Él nació para los seres humanos! Eso es lo que cuenta.

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Gracias.

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