martes, agosto 31, 2004

Lugares comunes (uno)

Soy radiómana.
Y obstinada lectora.
Entre tanta palabra hablada y leída, me topo con los clichés criollos, usados a diario, a pesar de lo mucho que hemos avanzado en materias económicas y aparentemente culturales. “Antes” no leíamos por que los libros eran muy costosos. Ahora que (supuestamente) tenemos una economía más sólida, ¿por qué no hojeamos ni siquiera el Pequeño Larousse?

Ni el ámbito evangélico se salva. Abundan los lugares comunes y las frases clichés como si la Biblia fuese un libro desconocido y arcaico; como si no hubiese revelación y tenemos que recurrir a lo trillado y repetido hasta el aburrimiento.
Para muestra algunas frases "para el bronce" (con todo respeto).

Evangélico chilensis= Terno-corbata-himnario- Biblia bajo el brazo.

La mujer debe tener el pelo largo (también las faldas).

La mujer no debe usar pantalones.

El domingo es el día del Señor (¿y los otros?)

El domingo hay que ir a la iglesia pues es el día del Señor

Los evangélicos son apolíticos.

Evangélico, pobre y humilde.

La mucha letra mata.

El pastor es la Cabeza de la iglesia (más aún, algunos no lo llaman pastor sino “el Cabeza”)

Calentar la banca.

Dios bendiga su palabra.

La Palabra es lo más importante (¿Y el Dios de la Palabra?)

No tenemos que estar entre estas cuatro paredes.

Que Dios apure los pasos de los que vienen en camino.

En esto de los lugares comunes pisamos la dimensión de lo puramente religioso y humano, camino peligroso y a veces sin regreso. Los estereotipos me impiden ver la verdad. Me restan vida. Me niegan sueños. Una vida apegada a los clichés está acabada. No puede crecer porque la frase hecha ocupa el intelecto e impide la renovación de la mente.

lunes, agosto 30, 2004

Canuta, a mucha honra.

Si de poner motes se trata, los chilenos somos una bala. Y los cristianos evangélicos asumimos varios. Y digo asumimos porque no nos queda otra que tomarlo con algún grado de humor, aunque algunos son bastante peyorativos (por no decir derechamente una ofensa gratuita).
Por otro lado, los cristianos somos alegres, pero sentido del humor tenemos poco. Todavía no hemos aprendido a reírnos de nosotros mismos, cosa bastante difícil de conseguir, en especial los más adultos.

A Jesús lo apodaron de varias maneras, y no muy santas. Pero Él para nada era tonto grave. A algunos ni los “pescó”. A otros les replicó según el grado de intelecto del ofensor. Y a los muy especiales, los sacó del error. Porque si alguien tenía el “don de la “cachativa”, ese era Él.

Canuta, Canuta, le gritaban los compañeros de colegio a mi madre cuando era pequeña. Ella les pegaba con el bolsón lleno de cuadernos, pero como era menuda, llevaba todas las de perder.
Heredé ese nombre.
En el colegio, alguna compañera lo gritó, creyendo que me ofendía. No voy a dramatizar que fue una “ofensa terrible” porque yo, al contrario de mi madre, nunca tuve la sangre caliente, y algo había estudiado de historia y semántica. Así es que le di “con el látigo de la indiferencia” .

Juan Bautista Canut de Bon llegó a Chile procedente de España en 1871 como sacerdote jesuita, (eso dicen los libros de historia) pero se volvió a Jesucristo y abandonó la Icar (Iglesia católica apostólica romana). Posteriormente llegó ser como pastor metodista y desde ahí organizó la prédica del evangelio saliendo a la calle, situándose en las esquinas, Biblia en mano.

Tal fue el impacto de Canut de Bon en Santiago que hasta hoy a los evangélicos se nos conoce con su apellido chilenizado.

Así es que “Canuta a mucha honra”.

domingo, agosto 29, 2004

He visto abatirse los árboles.

“¡Cómo han caído los valientes!.”

Siempre me ha impresionado sobremanera la vida de los derrotados. Esas vidas cercanas al desequilibrio o la aterrante soledad. Tal vez porque alguna vez transité ese camino de inferioridad y humillación, donde no sabes si cualquiera que pase a tu lado se sentirá con derecho a ofenderte sin que puedas replicarle, no porque seas incapaz de sentir rabia sino porque eres débil y cobarde.

Leí muchas veces la emblemática vida del rey Saúl, un hombre que lo tuvo todo, literalmente todo lo que cualquier hombre puede desear. Y en un instante límite, lo perdió. Como algunos dicen “en la hora de la verdad”, “ahí donde las papas queman”, “el minuto millonario”, “la hora de los quibos”, “la medianoche de los gallos”, en fin eso. Ese momento irrepetible donde se decide tu vida. Puede suceder cuando tienes 17 años, cuando estás en la plenitud o al borde de morir, pero alguna vez tendrás que enfrentarte cara a cara con la eternidad.

¿Por qué, me he preguntado muchas veces, sucedió así?
¿Fue el miedo que lo llevó a la obstinación?

He visto caer muchos árboles. Unos pequeños, de ramas débiles y secas, cortados para calentar alguna tarde de invierno. Su fuego arde breve, como su vida, breve. Otros grandes obstaculizan el sol y al caer lo hacen con estrépito, provocando un temblar en el suelo, despertando a los ancianos, asustando a los niños. Y otros, de raíces profundas, levantan las calles y amenazan la ciudad. Sus raíces expuestas a las miradas obscenas, gritan la caída y la vergüenza de su desnudez. Sangrantes, derrotados en medio del lugar, listos para que el camión que retira escombros se los lleve. Al verlos así, expuestos y desnudos, la piedad me estremece. Como me estremece leer a Saúl en su última batalla. Como un gran árbol donde se cobijaba todo un pueblo.

Alto, noble, hermoso; “y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó…”. El éxtasis de un día feliz. Ungido por los hombres. Ungido por Dios ¿cómo podía resultar algo mal?

Un hombre, un anciano judío, de vuelta de muchas alegrías y sufrimientos, muchos, muchos años después, nos daría su secreto para enfrentar la derrota: “…el mundo pasajero un día desaparecerá llevándose consigo las pasiones que en él hay. En cambio, a quienes hacen la voluntad de Dios les está reservado permanecer para siempre.” (Apóstol Juan)

sábado, agosto 28, 2004

La Sole.

Tengo una amiga que tiene pánico a quedar sola.
Ni siquiera en su casa.
Como si soledad fuese una mala palabra
Cuando su familia no está en casa, sin ningún pretexto va al mall, se le ocurre visitar una tía o toma un bus rumbo a cualquier parte. La cuestión es impedirle al tiempo que llegue a ese silencio de espacio vacío donde se puede oír el pensamiento y nos acosa la imagen de lo que somos.
Millones de personas como Julita (mi amiga) tienen temor a estar solos. Al silencio o la presión del espacio. Al abandono. A no tener nadie con quien conversar. Más aún si viven en un país lejano, con un idioma ininteligible, como sucede con C., que está en China, por el cual ruego. Para que Dios sea su permanente compañía, porque no es ningún chiste estar rodeado de chinos alegres y conversadores y tú no entender nada.
Leo estas palabras impresionantes: “Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle. Entonces será revelada la gloria del SEÑOR, y toda carne a una la verá, pues la boca de Dios ha hablado..” (Profeta Isaías)

Mucha gente cree que la soledad es un mal enviado a la humanidad como las plagas de Egipto, irreversibles. Fui hija única, sin hermanos ni hermanas, así es que sé de lo que hablo. Esas eternas noches en el Sur, oyendo la oscuridad, sin nadie al lado, un dormitorio de techo alto (como se usaban entonces las casas), un silencio apenas roto por la lluvia y el ladrido de algún perro; ni una palabra de consuelo, ni un sonido humano. Sólo yo en el centro del universo oscuro y frío. Llorando alguna pena de amor, esos amores platónicos de chica tímida.

Y de pronto la revelación. Una Presencia casi palpable que deshace la oscuridad; una música perfectamente audible, un haz de luz que te hace amada; que borra la timidez y la incertidumbre. Ya no hay vacío, ni miedo. Él todo lo llena, toda la tierra está llena de Su gloria, cualquier lugar dónde Él esté, es un buen lugar para mí. Así es que viajo sin desconfianza, a veces lo hago hasta sin carnet (se me olvida) por calles consideradas peligrosas. Camino conversando; a veces las personas se dan vuelta a mirarme, otras se ríen con ironía. No me avergüenza; que ellos no vean a mi acompañante, es problema de ellos.

Hay personas que se quejan "estoy rodeado de personas y estoy más solo que nunca". Tal vez es solamente eso: estar solo es peor que todas las plagas de Egipto si Dios no va contigo. Ahí es casi aterrante. Todos los seres que te rodean no reemplazan Su presencia ni Su amistad. Pero no es culpa de Él.

viernes, agosto 27, 2004

Objetivo Uno.

Típico. La fila del súper no avanza. Pero la del lado, sí.
Cuando voy a pagar el IVA, my God, justo antes que me toque el turno llega un contador con 200 papeletas.
Si tomo el bus para ir a casa, el último asiento desocupado lo ocupa la persona que subió justo antes.
Mi paciencia, que es poca, lo confieso, constantemente es puesta a prueba.
¿O alguien quiere fastidiarme?

Porque es tan habitual que las cosas sucedan al revés de cómo las espero que estoy elaborando algunas hipótesis y entre ellas no descarto la posibilidad que mi ángel de la guarda ande de vacaciones, sea un poco indolente o simplemente haya roto relaciones conmigo, de lo cual no he sido informada. El asunto es que no imagino qué sucede.

Dice Santiago, “…tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”
El proceso dura toda la vida. Aquel pensamiento que me asalta a veces: no todo resulta como una desea.
O como sueña.

PorFaTePaCoEsEnPro (Por favor, ten paciencia conmigo, estoy en proceso).

Objetivo Uno: Triunfar en la derrota de las leyes de Murphy y hacer realidad las de Cristo. Ni idea cuánto me demoraré, pero no te preocupes, tengo toda la eternidad.

jueves, agosto 26, 2004

La mirada



Era tan bella como celosa. A los 31 todavía no se decidía a dar el sí, aun cuando había sido pretendida varias veces. Una desconfianza casi animal, le impedía cualquier relación duradera.

Conoció a F., un viudo, joven todavía. Sin hijos.

Lo que más le atrajo fueron sus ojos, verdes, levemente tristes, como si en ellos se reflejase un lejano paisaje del Sur, o así lo imaginó. Cuando se atrevía a mirarlos, una indefinible turbación la molestaba. Pero él era tan dulce y ella, bueno, ella (decían todos) “ya la estaba dejando el tren”.

Se casaron en un día alegre, con toda la familia (de los dos), como se acostumbra.
Todo iba bien, hasta el momento cuando ella se detenía en sus ojos. Él bajaba la mirada, como si escondiese un secreto. Los celos se instalaron en pleno. Y junto a los celos las insinuaciones, las palabras que hieren, el juego de las lágrimas. Él reía quietamente ante sus ataques, sin darles importancia y la abrazaba con suavidad.

Un día no resistió más. Exigiéndole que la mirara de frente, descubrió en esos verdes y tranquilos ojos la imagen de una mujer. Era muy hermosa y la contemplaba sonriente desde un paisaje que se imaginó era el Sur. Había visto alguna vez su retrato, hurgando una antigua cartera que él guardaba cuidadosamente.
Nunca pudo olvidar a la muerta, nunca lograría sacarla de aquel lugar. Cuando él miraba, era la otra, instalada en el verde inalterable; cuando pensaba, pensaba en la otra.

Los celos detonaron la locura.

Al día siguiente el titular de Las Últimas Noticias publicaba: Joven esposa deja ciego a su cónyuge.

martes, agosto 24, 2004

Cuando éramos felices.

Antes que se cortara el hilo de la confianza.
Antes de saber que estaba desnuda.
Antes de las hojas de higuera.
Antes de comer carne.
Antes de sudar con el trabajo.
Antes de parir con dolor.
Antes,cuando la canción era espontánea.
Cuando nos habitaba la risa.
Antes de la amistad rota.
Antes de saber la diferencia entre el bien y el mal.
Antes de perder el hogar.
Antes de llorar sin consuelo.
Antes de la soledad.

domingo, agosto 22, 2004

Ahora China tiene un rostro.

Pronto C. viajará a China. Se propone estudiar alguno de los tantos idiomas de ese país. El mayor problema que tiene es de índole religiosa, por lo que C. prefiere guardar un estricto incógnito.

Es sabido que en China han detenido a personas por el solo hecho de leer una Biblia o cantar una inocente canción que dice: Jesús, Jesús, Jesús.
Pero en China soplan vientos del Espíritu y contra eso no habrá gobierno, policía y todo el aparato del infierno que tenga éxito oponiéndose.

Hay muchas razones de por qué China (en realidad no sólo ellos) necesita a Jesucristo. Una de ellas tiene que ver con millones de inocentes que claman al cielo; sangre derramada que grita por justicia. ¿Cómo podría Dios dejar esas oraciones sin respuesta? Cuando asegura que “por todos murió” Jesucristo, es exactamente eso.
Sólo el Evangelio, la buena noticia de Dios, hará lo que ninguna ideología ha podido, apoyados por un sistema de concepción humana. Menos el ateísmo como esperanza de vida.
China saldrá al mundo el 2008, sede de los próximos Juegos Olímpicos. Según C. ese tiempo es el mejor desafío para llevarles el Evangelio, la Palabra en su lengua.

¿Qué haremos frente a ese desafío?
Para empezar, leer la historia de China, conocerla.
Y escribirle a C.

viernes, agosto 20, 2004

¿Me recordarás?

Llegará ese día.
Lo sé como que me llamo Toyita.
Ese día no estaré.

Alguien llorará (tal vez) y cantará la canción que tengo estipulada en mi último deseo. Una mano amiga colocará un ramo de rosas, esas que tanto me gustan y me recordará con alguna palabra cariñosa; le doy gracias.

¿Recordarás mi lado amable?

Olvida el descontento, las quejas y las no pocas veces de mi ira.
Recuerda esta risa y la canción insípida voceada en alguna tarde, cuando imitamos algún cantante antiguo y bailamos hasta que nos dolieron las piernas.
No quiero ser trágica. De hecho lo soy, un poquito. Pero ahora no, ahora soy objetiva. Todos llegaremos a ese mismo lugar; todos cruzaremos esa puerta; todos beberemos la misma sombra pasajera, ese abrir y cerrar de ojos, ese sueño leve que nos llevará a la otra dimensión. Mi Padre tiene listo el hogar. De otra manera Jesús no lo hubiese dicho: “Voy, pues, a preparar lugar para ustedes, para que donde yo estoy, ustedes también estén”.

Creo esa afirmación.
¿Por qué debería dudarlo?

Amo la vida.
Disfruto del aire que respiro, del pan, el agua, las miles de pequeñas tareas que conforman la cotidianeidad. Soy una de las muchas personas que puede decir: Fui feliz, nada me fue negado. Como el poeta, escribí. Pero hice más que eso, aprendí a amar profundamente. Reconozco que el amor me ha pillado un tanto tarde, pero en fin, todavía podemos tocar ese instrumento sin desafinar.

Adoro a Jesucristo.
Adoro ese momento pleno cuando su Espíritu sopla y se electriza el aire; cuando pareciera que los ángeles nos acompañan en el canto; cuando desciende la armonía del cielo y tomamos de su gracia.
Cuando somos llamados al perdón.
Cuando las manos extendidas sanan al enfermo.
Cuando las palabras suturan la herida de un corazón destrozado.
Cuando con la punta de los dedos tocamos lo invisible.

Tal vez no es necesario que se nos recuerde.
En ese momento todo carecerá de importancia, la dicha, la lágrima, la gloria.
Será sólo Él. ¿Para qué más?



miércoles, agosto 18, 2004

“¿Qué belleza salvará el mundo?”



“¿Qué belleza salvará el mundo?”, pregunta el novelista ruso Dostoievski en su obra El idiota.
¿Acaso la figura estereotipada que ha impuesto la alta costura de fines de siglo? ¿O ese símbolo de fertilidad, la Venus de Willendorf , pequeña escultura que atestigua la existencia de un culto a la mujer un tanto voluminosa?
¿O el gracioso atleta expuesto al mundo en estos Juegos Olímpicos, puro músculo?
¿Tal vez la música que sobrecoge los sentidos?
¿O las grandiosas catedrales con sus vitrales relucientes al sol del mediodía?

Quizás nuestra amiga Andrea pueda responder con su ojo certero de artista y decirnos que no es la belleza la que salvará al mundo.
Ni las mil y una misas.
Ni las penitencias.
Ni las lágrimas.
Ni vociferar contra el cielo.
Ni siquiera tu corazón dolido de remordimiento y tristeza por el mal del que nos asedia cada día; el dolor de no ser santos, como se lamenta Bloy.

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (Salvador), porque él salvará…”

La búsqueda de lo bello está bien, porque se inclina hacia la perfección y al bien. Pero el arte, la norma moral o la ética nos dejan donde mismo. Más cultos, más sensibles, pero enfrentados al problema sin resolver. Por más sucedáneos que busquemos, ninguno nos puede resultar.

Es tan sencillo. Y tan complejo.
Sólo recibir el regalo de Dios.
“…porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.” (Evangelio de Lucas)

lunes, agosto 16, 2004

Notas triviales acerca de algo serio.

El matrimonio es la principal causa de divorcio.
Groucho Marx (comediante)


Conversábamos con algunos amigos los titulares del domingo pasado respecto de la enorme cantidad de matrimonios que esperan se apruebe la ley de divorcio en Chile. Aproximadamente 70.000.

70.000 parejas que alguna vez se prometieron eso de “hasta que la muerte los separe” y etc.

70.000 mujeres que han llorado la tristeza de un descalabro.
70.000 hombres que han contemplado como alucinados la progresiva destrucción de lo que más aman y no pueden remediarlo.

¿Cuántos niños han crecido o crecerán sin padre?
¿O sin la madre?
Mis amigos sugerían algunas ideas para prevenir: Que hubiese escuelas pre-matrimoniales; que se crearan lugares de consejería en las iglesias; que se aconsejara a los jóvenes.

¿Cuál es la receta para que un hombre y una mujer vivan armónicamente su vida de hogar? Podría darse muchas, tal vez para cada pareja haya una distinta. Sin embargo hay algo básico que va más allá del enamoramiento, las cosquillas en el vientre y las campanillas sonando: Que Jesucristo sea, de palabra y de hecho, el Señor de ambos.

Una dijo refiriéndose a lo que dice el apóstol Pablo respecto de “mujeres estad sujetas a vuestros propios maridos” (Carta a Los Efesios), que si los maridos amaran como se aconseja en la misma carta, ninguna mujer podría resistirse a ese amor.

Personalmente, lo único que tengo claro es que Dios hizo bueno el vivir juntos, un hombre y una mujer.
Que debería seguir siendo bueno.
¿En qué parte del camino se volvió el trastorno que enfrentan nuestras sociedades? Porque ni la mejor ley de divorcio nos va a arreglar el panorama.
¿Acaso el amor, la lealtad, el respeto y el compromiso mutuo ya no son suficientes?

domingo, agosto 15, 2004

Canción de Amor.

Mi amado habló, y me dijo:

Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.

Mira, el invierno se ha ido,
y con él han cesado y se han ido las lluvias!
Ya brotan flores en los campos;
¡el tiempo de la canción ha llegado!

Ya se escucha por toda nuestra tierra
el arrullo de las tórtolas.
La higuera ofrece ya sus primeros frutos,
y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.
Como el manzano entre los árboles silvestres,

Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.

Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.

(Cantares 2)

sábado, agosto 14, 2004

Praxis.

Cuestión de práctica. Casi (no me atrevo a ser tan tajante) todo se reduce a una cuestión de hechos.

La teoría es buena, excelente, atractiva; las palabras en un libro, en cuadernos escolares, en la Red e inclusive en una muralla pueblerina son eso: palabras. Belleza incontaminada, proposición y deseo, receta de escaparate guardada para mejores tiempos. O para hoy; eso lo determina el lector.

Nada tengo contra las palabras. Todo lo contrario, las amo, las admiro, las hablo lentamente con fruición, como un fumador paladea su cigarro. Ellas sustentan mi pensamiento, me conquistan y alegran; me quitan el cansancio de una vida rutinaria, me llenan de sueños, de lejanas vidas, de amigos que jamás veré. La palabras conforman una trama indestructible en nuestro moderno vivir.

Y sin embargo ellas son nada sin los hechos.

Los actos las justifican, les dan vida, prueban su veracidad y su importancia. En cada situación ellas modelan su existencia y liberan o condenan para el presente o para la eternidad.

Cierto día en un pueblo donde estaban sucediendo cosas extraordinarias con la llegada de Jesús, “Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Y Jesús respondió: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la ponen en práctica.” (Evangelio de Lucas cáp. 11)

Me he propuesto aceptar a la revelación que encierra Su Palabra y hacer con ellas una sucesión de acciones, tantas como Dios me lo permita y de acuerdo a su soberano deseo. Así es que si algún día falto a esta página, será porque los hechos han durado un tiempo extra.

viernes, agosto 13, 2004

Al Dios no conocido.


“Soy ateo, gracias a Dios (Luis Buñuel)


Atenas está de moda.
Al iniciarse la era cristiana también.

Bella, culta, cosmopolita e idólatra, eso y mucho más era Atenas en el siglo I. Cuando el apóstol Pablo llega allí en un afán de expandir la buena noticia de Jesucristo, queda impresionado al darse cuenta de la pluralidad y tolerancia de sus habitantes cuando observa un altar al dios desconocido: “Atenienses, en todo observo que sois muy religiosos, porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: "Al dios no conocido". Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerlo, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, aliento y todas las cosas” (Hechos 17).

Sin embargo, cuando Pablo les habla de la posibilidad de conocer al Dios verdadero, y va al hueso con la resurrección de Jesucristo, los atenienses se le ríen en la cara (espero que los atenienses modernos no se pasen de “cultos” adoptando la misma actitud), tan tolerantes ellos.

Si uno se acerca a una persona con una cierta intención, recibirá lo que espera (creo), dentro de las posibilidades que se den en la relación.

Lo único que se requiere para acercarse a la divinidad, según mi modesta e inexperta opinión, es honestidad, una cuestión que nos cuesta ene, ya que por naturaleza tendemos a engañar y decepcionarnos todo en uno.

Yo quisiera, es más, la única verdadera ambición que tengo en la vida es que en alguna medida tú y yo podamos conocer a Dios de una forma creciente y continua; que a través de todo el tumulto de información y ruido con que se nos bombardea diariamente, podamos oír su voz y responder a ella positivamente.
¿Será demasiado?

jueves, agosto 12, 2004

Mentirosa, mentirosa, mentirosa.

Estoy considerando muy seriamente decir unas pocas (o muchas) mentiras, tan necesarias en la vida moderna.

Es que mentir en el Chile de hoy renta más que sacarse la lotería.

Para empezar te haces famosa.
Te entrevistan en todos los medios.
Te llaman con un cariñoso diminutivo (considerando que odio el Toya, nombre vulgar, casi grosero, Toyita suena bien ¿no?)
¿Pagarán por las entrevistas? Creo que sí.
Así es que podría inventar cada cierto tiempo algo contundente para lanzar como primicia. Que me violó un senador, por ejemplo. Que me acosó un diputado. Que fui víctima de abusos deshonestos por parte de un famoso juez, en fin, tantas historias como la inventiva me lo permita. Después lo desmiento todo; puedo aducir que fui apremiada a hacerlo, que he sido perjudicada por las circunstancias, por los poderes fácticos que no dejan diga la verdad.

Me llamarán mitómana. ¿Y qué?
¿Acaso no mienten los medios?
¿No lo hacen los gobiernos?
¿No falsean las declaraciones de ganancias los empresarios?
Como Jesús lo dijo con todas sus letras: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.”

Pero tengo un enorme problema que considero insalvable para iniciar una carrera criminal: soy “tonta lesa”, como decían en el Sur cuando era niña. No sé mentir. No me sale natural. Cuando alguna vez le mentí a mi madre, me pilló “al tiro” y las consecuencias no fueron muy agradables.

Por otro lado apenaría a mi Padre ¿valdría la pena hacer eso?
¿Qué crees tú?
Estoy accesible a todo consejo y comentario.

miércoles, agosto 11, 2004

Nazareo (a).

Siempre pensé que el voto nazareo (apartado para Dios) era exclusivo de los hombres. Tal vez porque Sansón, Samuel y Juan el Bautista lo practicaron y no hay ninguna historia femenina respecto del tema.
Sin embargo este compromiso lo podían perfectamente adoptar las mujeres (Números Cap.6). Eso prueba que Dios no hace acepción de personas.

El nazareo (no confundir con nazareno, gentilicio de Nazaret) o la nazarea no bebían vino, en ninguna de sus versiones, llámese pisco, champaña, vinagre, ni siquiera una uvita para disminuir la sed en los ardientes veranos. Menos pasas para la memoria.

Cabello largo, tal vez con muchas trencitas (la tradición cuenta que Sansón se trenzaba el cabello y luego se hacía moños que hoy los hallaríamos un tanto divertidos) ya que mientras durase la promesa no podían cortarlo. Cuando el voto se cumplía, podían beber vino y comer uvas. Las mujeres acostumbraban tomar el voto de manera voluntaria con el propósito de hacer una petición especial a Dios, o para dedicarse ellas mismas a algún propósito especial.

No tocaban muerto. Ni olerlo. Había cierta distancia que guardar. Si se moría la madre, el padre, la abuelita, obligados a hacer mutis. Menos podían ser médicos o trabajar en la morgue (obvio).

¿A qué viene todo esto?
Pura curiosidad.
Es que admiro a la gente total.
Esos seres que hacen una promesa y aunque “se venga el cielo abajo” la cumplen.
No es fácil en este mundo donde abundan las disculpas, las impuntualidades, los olvidos, las ene justificaciones, sostener la palabra empeñada. Porque en esto de los cuentos, ¡Uff!, somos una bala. Así es que un saludo para los nazareos, y alguna que otra nazarea, apartados para Dios y consecuentes con su voto.
Aprendo de ellos. Dignifican mi vida y renuevan mi fe en los seres humanos.
Gracias, amigo, que has consagrado tu música para el Dios Altísimo.



lunes, agosto 09, 2004

Amar.

Amo la gracia delicada de las pataguas que giran en la laguna de algún lugar en el sur. Amo el color desvaído de las rosas que se marchitan lentamente y amo la redondez de la luna que nos acompaña de regreso a casa en la noche oscura y húmeda. Amo el resplandor del sol cuando emerge lentamente sobre la Cordillera de Los Andes y amo el color de los ojos y la mano alzada de algún muchacho que me dice adiós desde un bus en movimiento y que no volveré a ver.

Amo el hondo sentimiento del piano cuando Luis toca la última canción en algún domingo de tarde, cuando ya todo ha concluido y la música nos atrapa y el Espíritu fluye.

Amo el saludo del amigo que regresa de un largo viaje.

Amo y admiro la prédica en la esquina de algún hermano solitario que con actitud bizarra se yergue sobre cualquier prejuicio o provocación y dice lo que tiene que decir sin la menor timidez.

No es melancolía, lo aseguro, de lo que va cambiando levemente. Algo se va perdiendo para dejar paso al renacer de otras cosas, situaciones, amores, canciones e instantes que serán iguales o más gratos que los idos. No podemos aprisionar a la amiga que se aleja, ni la música que vuela en el ambiente, ni el grano que con la más leve gota de lluvia brota irreprimible.

A veces amar duele. Porque se pierde sólo lo que se ama (¿quién dijo eso?); pero ¿hay otra manera de vivir que corresponda en alguna medida al don que se nos da?

Amar es entrar a la noche profunda y atrapar el alma de la que huye enloquecida y curar esas heridas aún abiertas; llenar sus oídos con palabras apacibles y sembrar en ella la semilla eterna.
Amar es luchar con los lobos hasta que suelten su presa. No sólo es deseo de sol y flores en los prados; también es cansancio y dolores y sangre y lágrimas y oraciones urgentes.
Negarse a la mentira, cultivar la verdad. Tolerar al grosero, suavizar lo áspero, ignorar la soberbia.

Casi, casi estoy delirando mientras escribo.
Porque amar es también soñar.
¿O no?

domingo, agosto 08, 2004

La sola fe.

A veces somos más papistas que el Papa. Queremos enmendarle la bitácora a todos, en especial a Dios, dándole algunas recetas de cómo manejar el mundo o lanzándole una cantidad indeterminada de preguntas inconducentes.

Un compañero de trabajo anda siempre con las interrogantes de “por qué Dios no se preocupa de los niños con hambre” y “por qué los desgraci’os de los pederastas” y que tanta injusticia y que las platas de Pinochet y por qué…, etc.

La vida está llena de interrogantes. Y aquel que no pregunta (aunque sea leseras), no recibirá ninguna respuesta. Incluso me atrevo a decir sin impertinencia, a Dios no le molesta que preguntemos.

Conocí un hombre llamado Habacuc, en aquel tiempo magnífico que hice el ejercicio de memorizar sus palabras. "Hasta cuándo, Dios, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia".

La perplejidad y el misterio están a la vuelta de la esquina cuando Dios guarda silencio y nos abismamos entre los signos ¿…? Cuando las respuestas tardan y nos enfrentamos solos a la noche sin estrellas. Entonces decimos ¿hasta cuándo, Señor?

La fe es una cuestión extraña y preciosa. En la incertidumbre, se revela de pronto dándonos la respuesta especifica, la solución correcta, la perspectiva adecuada, amplia y clara. Todos, tarde o temprano tendremos la certeza de lo verdadero. Todos tenemos esa oportunidad, es justicia.
Habacuc tuvo la suya: “He aquí que aquel cuya alma no es recta se enorgullece; mas el justo por la fe vivirá".
Esas palabras brillaron en la oscuridad más densa de la Edad Media e impulsaron la Reforma, aun cuando algunos duden del resultado. Cualquier problema temporal debe ser comprendido en nuestro contexto histórico y total como habitantes de la tierra, según el propósito declarado y voceado por todas las edades.

Ninguna generación se ha quedado sin respuestas (la nuestra tampoco) y eso lo confirman los libros de historia.
Mi curiosidad a veces es excesiva. Sin embargo creo y todo es posible.

sábado, agosto 07, 2004

Valparaíso.

Uno de los días más radiantes que recuerdo es cuando conocí Valparaíso.

Se han llenado miles de páginas describiendo la belleza, la nostalgia, el sentimiento que provoca esta ciudad, tanto que pareciera ya no hay nada por decir. Y sin embargo ella es para cada uno, singular, única, y la fascinación que provoca se extiende más allá de lo que realmente es. Cada uno tiene en su mente un Valparaíso recreado en los sueños y en esa primera impresión al bajar la Cordillera de la Costa y ver las miles de casas sostenidas apenas en pilotes, edificadas no se comprende cómo sobre las más abruptas quebradas, como un dibujo coloreado por los reflejos del mar que a veces es una taza de leche.

Se ama más un lugar cuando nos hemos alejado de él, como ese chileno habitando la Europa ficticia, exiliado voluntaria o involuntariamente, el que se ha ido y no puede o no quiere regresar.

Volver significa destruir los mitos, la soñada memoria; volver significa esta realidad corriente y grosera que admitimos cada día y con la cual luchamos y donde a veces ella nos derrota. Otras nosotros.

Por eso voy poco a Valparaíso. Temo encontrar otra ciudad, no la de mis sueños, la que recreo en los pocos minutos libres del ajetreo diario. Deseo ir al puerto y caminar por el mercado de mariscos; deseo mirar desde la playa el mar como se recoge en un saludo cordial y pasear en lancha al calor del sol claro y brillante, sin una gota de smog. Pero invento una y otra excusa para no hacerlo. Tal vez como mi amigo exiliado en Suecia prefiero la maravilla de la ficción.

jueves, agosto 05, 2004

El hogar.

Un día de abril, cuando la primera lluvia, grácil y suave había descendido sin ruido ni impertinencia, bajamos del bus, después del largo viaje desde el centro de Santiago. En el lugar no había ruido de autos ni aire contaminado. Sólo una enorme extensión de tierra llena de pasto, creciendo desordenadamente y que, en ese momento, me pareció excesiva para dos personas.

Respiramos a pleno pulmón, con el deleite de los que han experimentado el olor a las fábricas, a las campanas de cocinas de restoranes y el cargante perfume de las galletas al paso. Pájaros, enormes bandadas de queltehues planeaban gritando algo como una canción primitiva –canción que he oído por varios inviernos-, y el sol tímidamente entibiaba la mañana sobre las gotas de los árboles verde-desvaído del otoño incipiente, que se balanceaban al unisono con música de pájaros.

La reja chirrió. Había olor a humedad dentro de la casa y un haz de luz recortó nuestras sombras al ingresar por primera vez en el hogar.

Es este el lugar donde escribo. Donde sueño. Donde estoy en paz.
Una biblioteca, libros por todas partes, revistas, árboles floridos o desnudos en el patio, una radio con la música del cielo y de fondo el concierto de los queltehues que avisan la lluvia o las golondrinas que vuelven, fieles a la promesa de las miguitas esparcidas entre los árboles.
Sobre los cerros cercanos crecen los almendros de flores simétricas y donde habitan las arañas pollito sin temores.

No es el Paraíso, pero tal vez lo sea. Cuando los lobos se desatan por la noche profunda y amenazan con sus gritos y sus armas, el ángel cierra la puerta mientras pasa la tormenta.

martes, agosto 03, 2004

La Providencia.

Un alto porcentaje de personas piensa que las circunstancias gobiernan la vida de los seres humanos. Sucede un hecho insólito, coincidente o profetizado y lo aducen al conjunto de casualidades que provocan una respuesta positiva o negativa de su parte.
El albur, el azar, las posibilidades, la coincidencia, las múltiples esferas de la realidad han preocupado a no pocos pensadores. Y a mí (modestamente), me atrae el tema. Como una novela con un inicio y muchos finales posibles, tantos como lectores haya. Los intrincados laberintos fueron el tema preferido de Borges y los ha descrito magistralmente en sus cuentos.
¿Qué hubiese sucedido si -por ejemplo-, el pueblo de Israel No sale de Egipto y la ley dada a Moisés queda como un deseo de Dios en la eternidad?¿Y si las conjunciones del nacimiento de Jesucristo se dan en otra época?¿Y si la crucifixión fuese el vaso intocado por Jesús? (“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”)
O que los apóstoles no extendieran el evangelio por el amplio imperio.
El desarrollo del cristianismo fracasado por la apatía de 12 personas.
¿Si Atila invade la naciente Europa?
¿O los mahometanos transforman toda la tierra en islámica?
¿América sería musulmana?
¿Tú…yo…?
En fin…

La historia del mundo está llena de hombres políticamente correctos. Uno de ellos, Pilato, gobernador de Judea, contaba con un buen asesor que supo ver las conexiones eternas. “Ustedes me trajeron a este hombre acusado de fomentar la rebelión entre el pueblo, pero resulta que lo he interrogado delante de ustedes sin encontrar que sea culpable de lo que ustedes lo acusan”, declaró públicamente.
Supo con certeza que Jesús era inocente.
Supo con certeza que era un acto de injusticia.
Supo que era impropio.
Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!” (Léase los Evangelios).Y a pesar de ello, con el simple acto del lavamiento de manos marcó la salvación de miles y miles de seres humanos y la mía.
Otro final imposible: Pilatos oye la voz de su esposa y por temor a Dios, consecuente con sus principios de justicia, sin importarle el riesgo que le llamen traidor al César, suelta a Jesús y crucifica a Barrabás. Nuestra historia sería totalmente otra.

¿Es circunstancial mi nacimiento, mi nombre, el hogar que me cobija, el pan que me alimenta, las leyes justas o injustas que nos gobiernan y hasta el color de mis ojos?

Hijos del azar, estrellas errantes, pozos sin fondo, hoyos negros en el universo, ajenos a toda ley ordenada y prevista; seres que vagan eternamente sin principio ni final, solos en un laberinto infinito ¿es eso lo que algunos pensadores quieren que creamos?¿Es tan difícil razonar y ver el orden del universo, hasta en el número de nuestros cabellos?

Vuestro Padre sabe”, dijo Jesús. ¡Y vaya sí sabe!
Un amigo matemático dice que el azar no existe, que todo está regulado. El propósito de Dios se llevará a cabo conmigo o “sinmigo”. Creamos o no en sus designios, lo que está escrito se cumplirá plenamente, como ha sucedido a lo largo de la historia del mundo.“para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;” (Apóstol Pablo a Los Efesios)

lunes, agosto 02, 2004

La caída de los íconos.

Después de las cuentas secretas de Pinochet que "mostraron la hilacha" de lo que somos, ahora pretenden envenenarnos el recuerdo de Neruda.
Stephen Schwartz, un nuevo enemigo del poeta “ critica al escritor chileno tanto por sus obras literarias como por sus acciones políticas. Elogiado alguna vez por Octavio Paz, Schwartz ha investigado las relaciones entre los artistas y el estalinismo, y desde esa tribuna dispara contra Neruda". http://www.latercera.cl/articulo/0,6551,3255_66602359_83880795,00.html

¿Qué quieren de nosotros, chilenos del fin del mundo?
¿”La llevamos” o nos pusimos de repente de moda?

Con esto de los medios de comunicación casi instantáneos, voy perdiendo la inocencia, pérdida no fácil de asumir. Presumo que esto es parte del, -como se dice frecuentemente- crecimiento personal, que de a poco deberé aceptar (no queda otra).

domingo, agosto 01, 2004

La Mancha.

Nosotros, los “jaguares latinos”, los que ostentan la mayor cantidad de poetas (sufriendo dos Nobel y casi un tercero); nosotros firmando un tratado de libre comercio con el tío Sam , ¿cómo fuimos a caer tan bajo? Pura mala suerte, no más, dijo una abuela. Si en esto no hay presagio ni soberbia que valga.


El reposo del guerrero ha sido interrumpido por la vociferante multitud que un día creyó salvar. Una investigación lejana, los libros de contabilidad abiertos (aunque parece que eso ya no se usa), hurgados hasta en los dolarcillos más ínfimos, la revelación de los secretos (casi como en el Juicio Final), nos ha dejado “a la altura del unto” como sociedad.


En la decadencia de su vida, larga vida por lo demás, Pinochet nos ha ocasionado un estigma que nos cuesta sobrellevar. Nosotros que íbamos tan bien con esto de los derechos humanos atropellados por un dictador, sí, pero diferente a esos centroamericanos –tan llamativos ellos-, tan ladrones. Un dictador sui géneris. Como lo que sólo se da en Chile. No ve que somos personas civilizadas, moderadas y educadas. Casi, casi, como “los ingleses de América” (¡a dónde la viste!)


Sociedades de papel, cuentas secretas, subterfugios para guardar lo inguardable, como el más bajo de los traficantes de dinero, y nada menos que en el ilustre Riggs, que no le hizo honor a sus lustros, para nada.


Portalianos, nos decíamos.
Portales ¡que deslealtades se cometen en tu nombre!
Si seguimos así (porque esto recién comienza, señores) con Pinochet, Gate y los alcaldes varios a los cuales me da “cosa” referirme, puede resultar que hasta Portales no haya sido tan “ad honorem” como la historia nos lo ha pintado.


Se cierne una monstruosa sombra de dudas sobre nuestras simples cabecitas chilenas, correctas hasta la tontera, en la ingenuidad propia de la pureza evangélica. ¿Dineros de armas? ¿Incentivos de países terroristas? ¿Nosotros que éramos los adalides contra ellos? Una devastación en aquellos adherentes al hombre; una decepción triste y desagradable en los simples ciudadanos. Ya no somos tan honorables. Una suciedad común nos infama y quizás por cuantos años estaremos martillando la historia. De puro “masocas” que somos. Autoflagelantes, la historia no nos hará justicia. Tal vez porque no la hay. Porque tal vez es hora de mirarnos como somos, no tan esto, no tan lo otro. Simplemente sudamericanos, medio poetas, medio santos, medio pecadores.

Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...