jueves, diciembre 30, 2004

Tsunami.

“Nadie está seguro en ningún lugar”.
(Dicho en Canal 13)

El miedo, el terror, la incertidumbre y la muerte están a la vuelta de la esquina.
Siempre acechando.
Siempre dispuestos a entrar en acción y observar con placer nuestros rostros para incrementar la galería de expresiones de colección, como unos paparazzi sin dirección, dominados por deseos infernales.

De 70.000 a 100.000 seres humanos yacen debajo de las aguas, en fosas comunes o unidos al barro, inmortalizados en su gesto de sorpresa.
Desde Indonesia a Sri Lanka, los hombres y mujeres persisten en un pavoroso recuento de víctimas y la búsqueda de miles de desaparecidos en áreas completamente arrasadas por el mar.Lo que fue un paraíso hoy es desolación por todas partes.

¿Podría haberse evitado esta ruina tan grande en vidas?

Circula por la red la duda y no pocos alzan su voz hacia los organismos internacionales en víspera de la próxima “Conferencia Mundial sobre Reducción de Desastres de la ONU, que del 18 al 22 de enero de 2005 reunirá en Kobe (Japón), a representantes de los Gobiernos, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil, para definir políticas y un plan de acción que integre la reducción del riesgo en la planificación del desarrollo en el próximo decenio (2005-2015)” (Blog de Arcadi)

Otros periódicos aducen estos desastres a “un castigo divino”. Incluso algunos hermanos promueven esta falacia. Colgarle a Dios el resultado de todos nuestros errores me parece una ofensa gratuita e inmerecida. Su tienes la más leve duda, pregúntale. Como David que confesaba su vulnerabilidad. “Sepa yo cuan frágil soy”, dijo en un intento anticiparse a alguna desgracia.

Indudablemente estar preparados minimiza los riesgos.

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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...