martes, diciembre 14, 2004

Hambre.

El primer llanto, el primer grito, el aullante deseo desde los intestinos; el hambre haciendo estragos en las papilas, mi madre sin leche, mi madre dándome a una nodriza, mi madre preparando un biberón sucedáneo de la verdadera leche.
Toda mi vida he tenido hambre. Siempre he recibido sucedáneos.
Tuve hambre de padre, me corrigieron con un chicote de cinco correas.
Tuve hambre de amistad, la moneda era falsa.
Amé al hombre equivocado; nunca recibí respuesta.
Ahora me desangro buscando ese minuto de gloria, ese instante de eternidad, ese puro y simple Pan que satisfará mi pobreza y detendrá la búsqueda.
Tengo la boca abierta.
Tengo las manos vacías.
Tengo las entrañas destrozadas; he juntado el hambre de todos los tiempos; el hambre grita, duele, cómo duele.
Tengo los pies sangrando.
Y todavía espero... espero... la porción del Pan prometido.
Tú que repartes, no pases de mí…¡por amor!
¿Hasta cuándo la espera?

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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...