domingo, abril 18, 2004

¡Andale!

¿Cómo vas en tu lectura de la Biblia?, me pregunta un amigo, lector, por supuesto. No respondería esa pregunta a nadie que no lea (es lo mínimo ¿no creen?).
Bien, respondo, presumida. Todavía no logro vencer mi vanidad, (pásela por alto, Dios).
Claro que no le explico la cantidad de veces que me he dormido sobre las páginas del Génesis y lo mucho que tuve que luchar con Levítico, recordando a mi amiga Jessica, quien voluntariamente estudia Leyes (y además paga una mensualidad ¡qué patriota ella!). Las leyes son mi zapato chino. Ya lo pasé, con dificultad, pero vamos adelante (claro que después me di una tregua y no leí por varios días, me fui a los profetas y eso).
Avanzo por las páginas de un libro sorprendente (todo libro lo es) y único. Sus palabras dan un sentido diferente a mis días, una especie de felicidad desconocida hasta ahora.
La inseguridad, el cansancio, la rutina, han huido lejos ante tantas palabras magníficas.
¿Me dejas que haga una tontería?, este consejo: Toma una Biblia y lee.
Y luego escríbeme cómo vas.


No hay comentarios.:

Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...