Sus manos se extienden hacia la pequeña que está aprendiendo a caminar.
Es su que se amor prolonga en el gesto protector, aun cuando ella también es una niña.
¿Cuántos años tendrá? Tal vez 13 o 14.
En el nerviosismo de sus manos adivino la juventud truncada por un embarazo inesperado, el engaño, el desprecio de un vecindario intolerante, la pena del abandono, la sorpresa.
¡Qué trivial y qué grandioso!
Esas manos pequeñas, alargadas en el gesto cotidiano, cuentan la historia de todos nosotros, guiados en los pasos endebles, el ejercicio constante, la paciencia…
Sólo una madre podría realizar tamaña empresa.
La miro y sonrío recordando a mi madre en un gesto semejante.
Se repite la vida en ese infinito movimiento y a pesar de las repeticiones es siempre extraordinario, bello.
Alza la cabeza y me saluda brevemente, sin quitar la mirada de la bebé que desea liberarse de esas manos y caminar lejos, siempre más lejos...
miércoles, noviembre 03, 2004
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