domingo, noviembre 14, 2004

Ninguno como él.

Antes del siglo I hubo una invasión de seres extraterrestres.
Miles y miles de seres llegaron desde las altas esferas en una preparación previa. No era cualquier cosa aquel suceso. Era nada menos que el cumplimiento de promesas, de profecías, de sueños, de esperanzas; voces que clamaron por siglos de injusticia, sangre que gritaba los crímenes y las torturas de la guerra; muertes prematuras, iniquidad. Todo fue puesto a prueba en ese instante.

Zacarías recibe la primera visita. Yo soy Gabriel, le dice ante el temor del hombre y ante sus dudas.
Zacarías, no temas;(…) tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios (…) y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. "

Mudo quedó el anciano. Creo que a cualquiera de nosotros le pasaría lo mismo; más aún si tu mujer es estéril y además, anciana; difícil de aceptar así como así. No vamos a venir ahora a darnos de “los súper fe” diciendo que nosotros no haríamos ningún alboroto, que creeríamos todo a pie juntillas.

Así nació Juan. Ni se les ocurra llamarle Juanito (por esa manía que tenemos los chilenos de hacerlo todo chiquito); Juan fue un impresionante ser humano.

Lástima. Murió decapitado.

Consuelo, Jesús dijo de él: “Os aseguro que entre todos los nacidos de mujer no ha habido ningún otro mayor que Juan el Bautista”. Ese sí que es un elogio, más aún de quién viene.

Para referencias lea: Evangelio de Mateo, Cáp. 3; Lucas Cáp. 3.

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Gracias.

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