lunes, septiembre 20, 2004

Dedicado a La Radio.

Esa caja oscura y maravillosa emitía todo tipo de voces, canciones mexicanas, llorados boleros y mi primera “cebolla”, los radioteatros. El doctor Mortis, la Tercera Oreja, la Bandita de Firulete, tantas historias llenaron nuestra infancia y tanta música nos hizo bailar y soñar. Era la radio, un invento fascinante. Todavía, a pesar de la tv y la internet, lo sigue siendo.

Noches de eterna lluvia golpeaban nuestra casa; el viento estremecía las paredes. Arropados en la tibieza de la cama, todos disponíamos el oído para la “comedia” que sucedía en algún lejano lugar, voces superpuestas sobre el viento y la lluvia amenazantes. Una historia que nos hacía tiritar más que la negra noche de afuera.Tengo la memoria llena del timbre de aquellas voces que vuelven una y otra vez en los sueños, para arropar la soledad de otras noches lluviosas.

Risas de amigos que han partido.

Voces lejanas que hacen brotar un sentimiento de esperanza, a pesar de las crueles noticias que difunden.
Independiente si es A.M o F.M; ajena a las encuestas que señalan su decadencia, como la literatura, sostengo que la radio no morirá. En cada pieza del hogar tengo un equipo. Y uno personal en la mochila. Hablo de ella con mis amigos, declaro sus gracias como si hablara positivamente de una amiga.

Siete de la mañana, las noticias.
Ocho, los comentarios, algunos políticos, ácidos, otros divertidos.
Nueve, la música.
Desde las 17 hrs, el zapping. Duna, La Chilena, Armonía, Zero, Concierto, Terapia Chilensis, hasta que la noche cae sobre la ciudad y apenas, a lo lejos, ladran los perros.

Y ahí están los trasnochados. Evangélicos de fe que creen a pie juntillas que allá afuera existe un mundo de oídos pendientes del mensaje. Y no se equivocan. En los desvelos de la noche, en el silencio de los lobos, la radio espanta los terrores y nos ayuda para llegar al amanecer, cuando la luz hace huir las pesadillas.

La radio regala vida.
Y renueva la fe.
Yo amo la radio, cualquiera de ellas. Todas juntas hacen nuestra vida feliz.


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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...