sábado, agosto 28, 2004

La Sole.

Tengo una amiga que tiene pánico a quedar sola.
Ni siquiera en su casa.
Como si soledad fuese una mala palabra
Cuando su familia no está en casa, sin ningún pretexto va al mall, se le ocurre visitar una tía o toma un bus rumbo a cualquier parte. La cuestión es impedirle al tiempo que llegue a ese silencio de espacio vacío donde se puede oír el pensamiento y nos acosa la imagen de lo que somos.
Millones de personas como Julita (mi amiga) tienen temor a estar solos. Al silencio o la presión del espacio. Al abandono. A no tener nadie con quien conversar. Más aún si viven en un país lejano, con un idioma ininteligible, como sucede con C., que está en China, por el cual ruego. Para que Dios sea su permanente compañía, porque no es ningún chiste estar rodeado de chinos alegres y conversadores y tú no entender nada.
Leo estas palabras impresionantes: “Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle. Entonces será revelada la gloria del SEÑOR, y toda carne a una la verá, pues la boca de Dios ha hablado..” (Profeta Isaías)

Mucha gente cree que la soledad es un mal enviado a la humanidad como las plagas de Egipto, irreversibles. Fui hija única, sin hermanos ni hermanas, así es que sé de lo que hablo. Esas eternas noches en el Sur, oyendo la oscuridad, sin nadie al lado, un dormitorio de techo alto (como se usaban entonces las casas), un silencio apenas roto por la lluvia y el ladrido de algún perro; ni una palabra de consuelo, ni un sonido humano. Sólo yo en el centro del universo oscuro y frío. Llorando alguna pena de amor, esos amores platónicos de chica tímida.

Y de pronto la revelación. Una Presencia casi palpable que deshace la oscuridad; una música perfectamente audible, un haz de luz que te hace amada; que borra la timidez y la incertidumbre. Ya no hay vacío, ni miedo. Él todo lo llena, toda la tierra está llena de Su gloria, cualquier lugar dónde Él esté, es un buen lugar para mí. Así es que viajo sin desconfianza, a veces lo hago hasta sin carnet (se me olvida) por calles consideradas peligrosas. Camino conversando; a veces las personas se dan vuelta a mirarme, otras se ríen con ironía. No me avergüenza; que ellos no vean a mi acompañante, es problema de ellos.

Hay personas que se quejan "estoy rodeado de personas y estoy más solo que nunca". Tal vez es solamente eso: estar solo es peor que todas las plagas de Egipto si Dios no va contigo. Ahí es casi aterrante. Todos los seres que te rodean no reemplazan Su presencia ni Su amistad. Pero no es culpa de Él.

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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...