Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
Mira, el invierno se ha ido,
y con él han cesado y se han ido las lluvias!
Ya brotan flores en los campos;
¡el tiempo de la canción ha llegado!
Ya se escucha por toda nuestra tierra
el arrullo de las tórtolas.
La higuera ofrece ya sus primeros frutos,
y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.
Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
(Cantares 2)
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