miércoles, agosto 18, 2004

“¿Qué belleza salvará el mundo?”



“¿Qué belleza salvará el mundo?”, pregunta el novelista ruso Dostoievski en su obra El idiota.
¿Acaso la figura estereotipada que ha impuesto la alta costura de fines de siglo? ¿O ese símbolo de fertilidad, la Venus de Willendorf , pequeña escultura que atestigua la existencia de un culto a la mujer un tanto voluminosa?
¿O el gracioso atleta expuesto al mundo en estos Juegos Olímpicos, puro músculo?
¿Tal vez la música que sobrecoge los sentidos?
¿O las grandiosas catedrales con sus vitrales relucientes al sol del mediodía?

Quizás nuestra amiga Andrea pueda responder con su ojo certero de artista y decirnos que no es la belleza la que salvará al mundo.
Ni las mil y una misas.
Ni las penitencias.
Ni las lágrimas.
Ni vociferar contra el cielo.
Ni siquiera tu corazón dolido de remordimiento y tristeza por el mal del que nos asedia cada día; el dolor de no ser santos, como se lamenta Bloy.

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (Salvador), porque él salvará…”

La búsqueda de lo bello está bien, porque se inclina hacia la perfección y al bien. Pero el arte, la norma moral o la ética nos dejan donde mismo. Más cultos, más sensibles, pero enfrentados al problema sin resolver. Por más sucedáneos que busquemos, ninguno nos puede resultar.

Es tan sencillo. Y tan complejo.
Sólo recibir el regalo de Dios.
“…porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.” (Evangelio de Lucas)

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Gracias.

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