viernes, agosto 13, 2004

Al Dios no conocido.


“Soy ateo, gracias a Dios (Luis Buñuel)


Atenas está de moda.
Al iniciarse la era cristiana también.

Bella, culta, cosmopolita e idólatra, eso y mucho más era Atenas en el siglo I. Cuando el apóstol Pablo llega allí en un afán de expandir la buena noticia de Jesucristo, queda impresionado al darse cuenta de la pluralidad y tolerancia de sus habitantes cuando observa un altar al dios desconocido: “Atenienses, en todo observo que sois muy religiosos, porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: "Al dios no conocido". Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerlo, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, aliento y todas las cosas” (Hechos 17).

Sin embargo, cuando Pablo les habla de la posibilidad de conocer al Dios verdadero, y va al hueso con la resurrección de Jesucristo, los atenienses se le ríen en la cara (espero que los atenienses modernos no se pasen de “cultos” adoptando la misma actitud), tan tolerantes ellos.

Si uno se acerca a una persona con una cierta intención, recibirá lo que espera (creo), dentro de las posibilidades que se den en la relación.

Lo único que se requiere para acercarse a la divinidad, según mi modesta e inexperta opinión, es honestidad, una cuestión que nos cuesta ene, ya que por naturaleza tendemos a engañar y decepcionarnos todo en uno.

Yo quisiera, es más, la única verdadera ambición que tengo en la vida es que en alguna medida tú y yo podamos conocer a Dios de una forma creciente y continua; que a través de todo el tumulto de información y ruido con que se nos bombardea diariamente, podamos oír su voz y responder a ella positivamente.
¿Será demasiado?

No hay comentarios.:

Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...