martes, agosto 03, 2004

La Providencia.

Un alto porcentaje de personas piensa que las circunstancias gobiernan la vida de los seres humanos. Sucede un hecho insólito, coincidente o profetizado y lo aducen al conjunto de casualidades que provocan una respuesta positiva o negativa de su parte.
El albur, el azar, las posibilidades, la coincidencia, las múltiples esferas de la realidad han preocupado a no pocos pensadores. Y a mí (modestamente), me atrae el tema. Como una novela con un inicio y muchos finales posibles, tantos como lectores haya. Los intrincados laberintos fueron el tema preferido de Borges y los ha descrito magistralmente en sus cuentos.
¿Qué hubiese sucedido si -por ejemplo-, el pueblo de Israel No sale de Egipto y la ley dada a Moisés queda como un deseo de Dios en la eternidad?¿Y si las conjunciones del nacimiento de Jesucristo se dan en otra época?¿Y si la crucifixión fuese el vaso intocado por Jesús? (“Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”)
O que los apóstoles no extendieran el evangelio por el amplio imperio.
El desarrollo del cristianismo fracasado por la apatía de 12 personas.
¿Si Atila invade la naciente Europa?
¿O los mahometanos transforman toda la tierra en islámica?
¿América sería musulmana?
¿Tú…yo…?
En fin…

La historia del mundo está llena de hombres políticamente correctos. Uno de ellos, Pilato, gobernador de Judea, contaba con un buen asesor que supo ver las conexiones eternas. “Ustedes me trajeron a este hombre acusado de fomentar la rebelión entre el pueblo, pero resulta que lo he interrogado delante de ustedes sin encontrar que sea culpable de lo que ustedes lo acusan”, declaró públicamente.
Supo con certeza que Jesús era inocente.
Supo con certeza que era un acto de injusticia.
Supo que era impropio.
Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!” (Léase los Evangelios).Y a pesar de ello, con el simple acto del lavamiento de manos marcó la salvación de miles y miles de seres humanos y la mía.
Otro final imposible: Pilatos oye la voz de su esposa y por temor a Dios, consecuente con sus principios de justicia, sin importarle el riesgo que le llamen traidor al César, suelta a Jesús y crucifica a Barrabás. Nuestra historia sería totalmente otra.

¿Es circunstancial mi nacimiento, mi nombre, el hogar que me cobija, el pan que me alimenta, las leyes justas o injustas que nos gobiernan y hasta el color de mis ojos?

Hijos del azar, estrellas errantes, pozos sin fondo, hoyos negros en el universo, ajenos a toda ley ordenada y prevista; seres que vagan eternamente sin principio ni final, solos en un laberinto infinito ¿es eso lo que algunos pensadores quieren que creamos?¿Es tan difícil razonar y ver el orden del universo, hasta en el número de nuestros cabellos?

Vuestro Padre sabe”, dijo Jesús. ¡Y vaya sí sabe!
Un amigo matemático dice que el azar no existe, que todo está regulado. El propósito de Dios se llevará a cabo conmigo o “sinmigo”. Creamos o no en sus designios, lo que está escrito se cumplirá plenamente, como ha sucedido a lo largo de la historia del mundo.“para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;” (Apóstol Pablo a Los Efesios)

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Gracias.

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