("¿Dónde están aquellos que nos precedieron?"),
“Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.” (Jorge Luis Borges)
¿Qué fue de ese verano donde rodamos por la arena mientras el mar coqueteaba sigiloso con el borde del vestido?
¿Hubo en realidad una fiesta en el cambio de siglo?
¿Qué fue de esa minifalda que, según mi madre, dejaba muy poco a la imaginación?
¿Y aquellos ojos enormes que te observaron en el desfile de Fiesta Patrias, esa primavera del ’80 cuando orgullosamente llevabas el estandarte de la escuela?
¿Dónde se quedó atrapada la lágrima furtiva de aquel domingo en el templo cuando no querías que la música dejara de sonar porque parecía que estabas en el cielo?
¿Y ese día cuando todo Chile gritó al unísono en el triunfo de Marcelo Ríos?
Las tardes aburridas en el sonido de la radio Duna.
Toda la ciudad celebrando el Año Nuevo de ese cambio de milenio.
¿Dónde se fue el miedo al soldado que apuntaba directamente a tu pecho mientras registraban tu casa buscando todavía no sabes qué?
¿Y ese día feliz que celebramos la nueva democracia? ¿Y luego la decepción?
¿A dónde se fue el amor, ese sentimiento sufrido y voluptuoso que importunaba cada tarde cuando estabas sola con tus pensamientos?
La vida breve, la amistad perdida, el amor ausente, la ciudad solitaria, un pequeño pueblo llovido en el sur, tendido a la orilla de la línea del tren.
Hoy es de noche, vuelan con persistencia los pájaros azules, un disparo a lo lejos anuncia la caza del terror, las rosas de papel crepé empolvadas en la tumba de mi madre, esta urgencia de Dios, este silencio vacío, la maleza creciendo en mi patio.
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