Aspiro a un día feliz.
Perfectamente feliz.
Un día sin televisión, ni siquiera de lejos. Un día sin ninguna radioemisora tocando discreta o insistente. Sin el teléfono que invada con mensajes importunos. Sin correspondencia (especialmente esos sobres con cuentas por pagar), sin microbuses llenando el ambiente de estridencias. Sin el típico bocinazo de algún automovilista prepotente. Sin el equipo de música llenando los oídos de música lejana, ni siquiera de blues. Sin vecinos distrayendo el tiempo con conversaciones triviales.
Aspiro un día en perfecta soledad.
Sólo el grito de los queltehues interrumpiendo la meditación; el ladrido de los perros y la campanilla del vendedor de algodón dulce. A lo lejos, tal vez la risa de un pequeño que corre detrás de un volantín “cortado” y el saludo impertinente del zorzal que me visita asiduamente tocando la ventana.
Un libro abierto, el Libro en todo su esplendor, el pensamiento persistente, el tiempo detenido y el Espíritu soplando.
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Gracias.
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1 comentario:
Ahora que detalló con minuciosidad ese día que tanto añora, comparto ese mismo deseo.
Suena algo bastante soñador...
Sí encuentra un lugar asi, por favor hágamelo saber.
¡Ah!...
sé mejor que nadie que el último amor nunca es el último.
Por eso escribí lo que escribí.
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