jueves, octubre 21, 2004

Hay palabras que hacen soñar.

Toda mi vida he sentido debilidad por ciertas palabras. No tanto por su significado, sino por su fonética. Modularlas de mañana camino al trabajo, con la brisa esparciéndolas en la calle solitaria, es un placer alegre, casi ingenuo. El requisito es modular a solas, sino cualquiera se te reiría en la cara.
La palabra inamible.
Samotracia.
Turquestán.
Gemima.
Chiripiorca.
Sementera.
Inefable.
Vivamente.
Silabario.
En fin. Tantas que me faltaría blog.
Y también la palabra albatros.
Sí, esa. Al-ba-tros.
A-l-b-a-t-r-o-s.
Esa ave enorme que surca los mares australes, libre sobre las aguas, soberana de los hielos, buscando la tierra sólo en el tiempo de anidar (en este tiempo, septiembre a enero).
“Los albatros son capaces de volar por horas, y tal vez por días, sin batir sus alas, porque tienen un interesante truco para atrapar energía del viento. Ellos usan esta energía para estar en el aire y moverse, y entonces no tienen que batir sus alas. Como resultado, los albatros no gastan mucha energía cuando viajan largas distancias: el encumbramiento dinámico."

Mientras los albatros vuelan libres por las heladas aguas, sueño con viajar al Sur y observarlos planear. Sueño con gritar su nombre a la orilla del mar y tal vez, cerrados los ojos, mirar a través de los suyos el eterno oscilar y las violentas mareas.

http://www.avesdechile.cl/albatros.htm

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Gracias.

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