martes, octubre 19, 2004

Hoja de anotaciones.

Es sabido que los profes manejan un libro negro, o de tapa oscura, donde anotan lo que les viene en gana de sus alumnos (tal vez no es así, pero esa es la impresión que tenemos).
Un alumno arroja papelitos, otro conversa demasiado, otra mostró sus partes íntimas, o “le hizo ojitos” para que le subiera una mala nota, en fin, todo eso.

Algunos amigos tienen la hoja de vida llena. Uno me dice “es que el profe me tiene mala”. Esta pequeña frase atraviesa todo el sistema educacional. De ella depende la profesión, el futuro, la mujer soñada y tal vez hasta la propia muerte.
¿Exagero?
Tal vez. Tú no sabes lo que se siente cuando un profesor te tiene “mala”.
O “buena”.
Si es lo primero, sujétate firme. Una simple risa se transformará en “falta el respeto al profesor”. Una ingenua nota, aún si es apunte de estudios “tira papelitos a sus compañeros”. Si contesta pronto, “demasiado impulsivo (a)”. Si no contesta es lento, “un uno”.

Luis cursa octavo. Le gustan las casacas de cuero, los pantalones anchos y es medio “pinturita”. Ha sido enviado al psicólogo; le falta concentración y tiene baja autoestima. Todavía no entiende cómo podrá confiar en alguien extraño a su familia. Ni a su padre le cuenta los problemas…
¿Qué podrá hacer la escuela, en especial ese cúmulo de anotaciones (casi todas referidas a juegos infantiles), para mejorar su estado?

Toda la escuela pasa por una cuestión de autoridad.
Comprendiendo la autoridad como un bien en la convivencia, puede transformarse en un arma mal usada por quien la detenta.

Luis presiente que si es dócil y sumiso, su destino cambiaría. Como la Beni que todos los días tiene una palabra amable. Se acomoda en el primer escritorio, contesta con una voz dulce y delicada; servicial a toda prueba. La profesora la mima casi tanto como la Beni a ella. Y en este juego levemente perverso se va desarrollando el destino de unos y otros. Unos en el servicio subordinado y otros para la independencia.

Vergüenza. Eso es lo que le impide ser obsecuente. Como si algo se degradara en su interior. No sabe definirlo, pero sí sabe que prefiere la hoja de vida llena de anotaciones.
A riesgo que su madre ponga el grito en el cielo y su padre lo mire con reproche y le suprima la televisión por una semana.

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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...