Un hombre íntegro vive en mi calle. Ningún medio ha venido a entrevistarlo ni menos alguna autoridad ha pedido su opinión frente a la corrupción que se acerca al galope, desbocada (o que ya está instalada y no nos damos cuenta).
- Alimenta a los pájaros, da agua a los perros.
- Comparte su comida con el hambriento y abraza con afecto a los ancianos.
- Visita los enfermos.
- Ríe con un buen chiste.
- A veces le he oído entonar alguna canción y su voz es como la música de las esferas, serena y clara.
- Limpia la nariz de algún niño o le coloca un parche curita en alguna pequeña herida (los niños lloran con las pequeñas heridas).
- Barre su vereda todas las tardes y cuando nadie lo ve, se inclina y ora por los hombres de la tierra, nombrándolos con respeto.
- A veces he observado en sus ojos transparentes una mirada de tristeza, o tal vez una furtiva lágrima. - Pareciera no comprender que la maldad ha venido para quedarse; pareciera que, mirando al cielo cada tarde en el rojo del poniente, espera la respuesta que se tarda.
Camina hacia su puerta con una sonrisa de paz inalterable. Sin embargo su corazón llora por las tristezas de la tierra.
Dios da una gracia especial a estos seres de los cuales el mundo no es digno.
Y yo me congratulo por conocer uno.
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