lunes, junio 28, 2004

El día que conocí el mar.

A los 12 años mi madre me llevó a la playa. Me sentí igual que Balboa cuando vio el mar Pacífico por primera vez. Y como él di gracias a Dios por ese regalo magnífico.

Era el mes de septiembre, para ser exactos el día 25, del año 1513. Mientras Erasmo de Rótterdam, allá en Europa publica su Elogio de la Locura, y Cortés ultima la conquista-colonización de Cuba, Vasco Núñez de Balboa tala a cuchilladas la selva del istmo de Panamá. Busca oro y datos sobre la "otra mar", esa que los indígenas le han contado es inmensa. Más allá de sus penurias, de las continuas guerras, la muerte de sus amigos, las pestes y el hambre que despedaza su entorno, la pasión lo impele hacia el oeste. Sueña esas aguas azules y caprichosas que como una amante, esperan tendidas bajo un cielo perfecto. Siente cada vez más cerca el olor y la presencia de la inmensidad. El viento le susurra noticias del eterno ir y venir de esa playa nunca vista. Asciende el pequeño cerro dando golpes, abriendo camino con desesperación, como si fuese a llegar tarde a la cita más importante de su vida. Corre, deja atrás el equipaje y se enfrenta solo a la fama de su nombre inscrito en cada libro de historia donde se hable del Pacifico. Hunde sus pies en la mansedumbre que lo espera en un día de gloria. Y bendice a Dios por el regalo magnífico.

1 comentario:

kitian dijo...

No se imagina cuánto deseo hacer una visita a ese magnífico regalo que Dios nos dió.
muchos cariños...

Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...