Cuando era niña tenía la impresión (cuando uno es niño cree las cosas más raras) que las personas, si se les daba una buena razón, podrían revertir su forma de actuar o ver la vida, tan obtusa o prejuiciosamente. A veces tenía una enorme frustración con mis compañeras, chicas bellas, inteligentes y tan infelices.
Pensaba que era tan fácil amar a Dios.
Y a conocerlo.
En ese amor y conocimiento podría reanimar sus vidas del terrible y decadente acontecer, del que constantemente se quejaban.
Ahora me ha entrado la duda. Esas contradicciones vitales que alguna vez se planteó Büchi.
Y me planteo preguntas que no sé responder.
Ella pololeaba con Miguelito. Tierno él. Sólo que cada viernes por la noche se perdía en la botella y no regresaba hasta el lunes, con unas ojeras como para pisarlas. Macarena (La Maca, para los amigos) asistía a misa o algún evento en su parroquia, para olvidar su soledad de fin de semana, pensando que tal vez los rezos… en fin, esas cosas. Tú sabes, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y peor si se está enamorada. Ceguera doble.
Se sucedieron los años. La Maca iba perdiendo su lozanía. Y también la esperanza. Muchas veces se quedó esperando el paseo a la piscina, la entrada al cine, la venida del Papa, la visita a su abuela. Él había salido con sus amigos. Impuntualidades, disculpas, ausencias se sucedieron como vas sacando las hojas al calendario. Llegaron las peleas, las lágrimas, las reconciliaciones, todo eso tan patético que anuncia el fin de una relación. Ellos (mas bien ella) quisieron mantener algo que había nacido muerto. Perdió 10 años de su vida (¿cómo puede aguantar tanto una mujer, my God?) y quedó, ya sabes, hecha huila.
Amar es algo misterioso. Casi violento. Induce a pensar y a esperar lo imposible. A veces se gana. A veces no. Una recrea al otro a la imagen y semejanza de los propios deseos, lejanos años luz a la realidad. Sólo que no se sabe. Es un estado alucinado e ilógico. Pero magnífico. El que nunca ha amado no tiene idea el infierno que se vive. Y el éxtasis. La adrenalina haciendo burbujas en tus venas.
Dije que perdió 10 años de su vida, pero dije mal. Amar nunca es una pérdida. Sólo esperó demasiado. Tal vez nadie pueda cambiar después de los diez años, por lo menos eso dicen los psicólocos, que algo le pegan al cuento.
En fin, ninguna receta resulta mejor que otra.
"Sólo Dios sabe si vuelvo", decía un cartel en el micro.
¿Qué pasó con la Maca? Ahora pololea con un católico-apostólico-romano. No sé si lo amará tanto, pero ya no vive “como loro en el alambre.”
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