miércoles, junio 30, 2004

Run Run se fue p'al Norte.

"En un carro de olvido,
antes de aclarar,
de una estación del tiempo,
decidido a rodar.
Run-Run se fue pa´l Norte,
no sé cuándo vendrá.
Vendrá para el cumpleaños
de nuestra soledad.
A los tres días, carta
con letra de coral,
me dice que su viaje
se alarga más y más…
Run-Run se fue pa´l Norte
yo me quedé en el Sur,
al medio hay un abismo
sin música ni luz,
ay ay ay de mí.”
(Violeta Parra)

Me pasó lo mismito que a la Viola. Mi amiga se fue a La Serena, no sé cuándo vendrá. El cartero pasa en bicicleta por el frente de mi casa. ¿Nada?, le pregunto. Nada, me responde con cara de circunstancias.
Dice otro cantor que “cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Cuesta vivir sin ella, en especial esos domingo de café y de “arrancada” hacia la cocina de La Capilla mientras los otros cantan los milenarios himnos. Hablar naderías o profundas verdades irrefutables. Cantar juntas, reírnos, llorar o bailar al ritmo de la alegría, en fin, la vida con sus concéntricos momentos; cientos de pequeñas historias que unen con hilos invisibles.
Sin embargo eso es la amistad. La libertad de irse o de quedarse. La confianza de volver como si no hubiese distancia ni tiempo.
No me quejo, he sido privilegiada por la vida; sé lo que es tener una buena amiga, y no lo considero poca cosa. Es más, una amiga es un obsequio raro que Dios concede, en especial a los seres solitarios.

Cuando la eternidad que está a la vuelta de la esquina nos alcance, cantaremos la canción inolvidable y nada nos será ajeno.


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Gracias.

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