lunes, junio 14, 2004

Toyita.

Los judíos sostenían la premisa que en el nombre de la persona está la persona. El nombre no es una designación arbitraria o un grupo de sonidos. El nombre nos dice la naturaleza, la esencia, la historia de aquel (o aquella)que es designado (a) con él.
En Éxodo 3 Moisés es el primero que pregunta el nombre de Dios. Y le responde:”YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.”
Tanto era el temor de incurrir en una ofensa “al Nombre” (en consecuencia a la Persona), que no se atrevieron a pronunciarlo. Así que escribieron al borde de la línea que decía el tetragrama (YHWH) “Adonay”(Señor).

Si es así, las Soledad están condenadas a la idem; para ellas la compañía sería anti ellas mismas.
Las Linda (obligadas a invertir en cirugía si son lo contrario).
Las Victoria, jamás vencidas (qué peso específico). Ni un llantito de mujer inmadura.
Las Consuelo, Rosario, Trinidad, Pía, Dolores, Nieves, Rocío, Ángeles, Mara, Paloma, Bárbara, Blanca, Clara, Luna, Prudencia, Riss, Iris, etc. Todas ellas cargan con una asociación adicional que no solicitaron al nacer.
Una compañera de estudios era apodada “La bicicleta” tan desgarbada que parecía a punto de quebrarse. Su nombre real: Pilar.
Otra se llamaba Zoila Inés. Cada vez que concurría a alguna oficina y decía su nombre pensaban que estaba chacoteando.
No es broma lo que los padres hacen con una. Francamente es un atropello. Miren que ponerle América o Fidelia ¡no hay salud!
A quien corresponda: Solicito una ley simple para cambiarse el nombre y re-bautizarse como una quiera. Por lo menos a mi me llaman Toyita. Suena más querible que el tremebundo Victoria con el que me llamó mi abuela.


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Gracias.

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