sábado, junio 26, 2004

Inclinación a la Escatología.

Cumplía 15 y ya había leído el Apocalipsis. Lo poco y nada que entendí me pareció fantástico. Quise especializarme en Escatología. No, todavía no soy especialista en nada. Sigo intentando y esperando que el Espíritu me revele lo que dice la letra.
Me gustó en especial la parte del librito dulce como la miel, abierto sobre la mano de un ángel.
“Me acerqué al ángel y le pedí el librito. Él me respondió: Sí, toma y cómetelo. Te causará amargor en el estómago, aunque antes, en la boca, te habrá sabido dulce como la miel.” Extraño. Podría haberle dicho: “Toma y léelo”. Con los años supe que las palabras alimentan tanto o más que el pan o la leche. Y además pueden resultar a la vez que dulces, amargas.
Aun así, adhiero a la palabra en todas sus formas. No comparto esa tan repetida frase de los publicistas: "Una imagen habla más que mil palabras", pues son contados los avisos publicitarios que carezcan de ellas. Una imagen es un instante detenido y se justifica con la marca que la acompaña. De lo contrario será una foto familiar, limitada a su entorno. Conste, me agradan todas las artes visuales.

Si te empeñas en abrir un libro (en especial El Apocalipsis, esconde una bendición adicional), y descubrir lo que contiene, habrás hallado la olla con el tesoro al final del arco iris, y no sólo serás rico, también dichoso y tal vez al mismo tiempo llorarás. No puedo garantizar nada; lo único que sé es que la luz que brilla en el lejano atardecer y el sol que nace cada día y todos los misterios y las risas, todo será tuyo. Eso, querido, querida, no tiene precio, espacio, ni tiempo.

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Gracias.

Todavía no nos reponemos de una y viene otra, como una ola de imágenes que nos arrastran a la angustia y la consternación. Se nos mueve el p...